Con
los mismos viejos pretextos de siempre (la conceptuación moral del autor o lo
repudiable del contenido), asistimos al advenimiento de una nueva era de
represión del pensamiento y la creación artística y literaria. Solo la
adscripción geográfica y la coloración del fanatismo distingue la destrucción
de los budas de Bamiyán por los talibanes o el derrumbe de las estatuas de
Colón por los BLM.
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