lunes, 28 de octubre de 2013

Ojo al cristo, que es de barro


 

El Ayuntamiento de Barcelona “desaconsejó” en las banderolas promocionales del World Press Photo la imagen del torero Juan José Padilla. A lo mejor, el Consistorio quería evitar el mal fario de que le mirase un tuerto a los vecinos de la ciudad condal que contemplaran la efigie. O sería por aquello de no fiarse de ningún cojo, de ningún rojo y de ninguno al que le falte un ojo. Dicen que no es censura, no, pero no se puede cerrar los ojos a la evidencia: se parece mucho a lo de que “el que se mueva no sale en la foto”. El quietísimo, que fue movimiento filosófico en el misticismo de Miguel de Molinos, pasó a constituir una forma de concebir la tauromaquia, desde la suerte de don Tancredo a Manolete y José Tomás.
Pero mucho ojo con la fotografía alternativa –la escogida finalmente, la de la parte de abajo- porque se mantiene la idea inicial de tapar un ojo. ¿Un guiño burlón al consejo municipal?
Uno no deja de pensar en aquello que decía Henry Cartier-Bresson: “Fotografiar es colocar la cabeza, el ojo y el corazón en un mismo eje.” O, mejor todavía, en lo de Alfred Eisenstaedt: “Lo más importante no es la cámara, sino el ojo.”