viernes, 7 de febrero de 2014

¡Al rico cuerpo!



La vieja consigna feminista, evitar que se cosifique el cuerpo de las mujeres, ha quedado derogada por la ocurrencia de una artista: Yolanda Domínguez. En la portada de la edición digital de El País de hoy aparece una información, firmada por Marina Gómez Robledo Ramos, con este llamativo enunciado: “Vengo a registrar mi cuerpo porque me pertenece”. ¡Qué país, qué paisaje y qué paisanaje!, que dijo Unamuno. Pinchando el enlace, se abre el cuerpo (vaya por Dios) de la noticia con otro título, este mucho más explicativo: “Cientos de mujeres acuden al registro mercantil para inscribir su cuerpo en contra de la reforma de la ley del aborto”. ¡Nada menos que al registro mercantil! Ya está, el cuerpo convertido en pura mercancía por obra y gracia de un trámite administrativo, por voluntad de su propietaria y no sabemos si como paso previo a ponerlo en el mercado.
Los melones y las sandias (que no sandías, aunque, pensándolo mejor, también) son obedientes (y obedientas) a ciegas de las consignas, hasta que alguno o alguna, del melonar o sandiar, da a luz (ejem) otra nueva, que puede en apariencia (sólo en apariencia) ser contradictoria con su antecesora. Pero no hay forma de rebatirlas porque rápidamente acusan al tibio de defender la posición contraria. Si dudas de la efectividad de las huelgas para mejorar la calidad de la enseñanza pública, te dirán que defiendes la privada. En un caso como el presente, a poco que te descuides, te zampan el descalificativo de maltratador. No hay tu tía.
Como casi todos los debates, esta es una discusión estéril (ea).
En fin, señoras, si ustedes creen que esas son formas…

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