Dejando momentáneamente de lado la disparidad entre los compromisos del programa electoral y los primeros hechos, una de las medidas más llamativas de entre las anunciadas por Rajoy es la reforma del calendario. Algunos movimientos del baile de fechas los entiendo mejor que otros. Pretender convertir los lunes en el día oficial para hacer puentes (en realidad, en el día de celebración de la fiesta de la semana) tiene su explicación, pero no acabo de ver que el Viernes Santo sea un lunes. Vale que ya se hizo algo parecido con el Corpus pero no creo que vaya a tener éxito la pretensión de que la Nochebuena sea siempre domingo para que –así se junte el cielo con la tierra- la Navidad caiga en lunes. Otra que no logro comprender es la ocurrencia de trasladar el día de la Virgen de Agosto. ¿Qué más dará si media España está de vacaciones y la otra mitad en el paro? ¿Para qué fastidiar las fiestas patronales de un montón de pueblos? No sé si se trata de sanear algunos presupuestos municipales, aligerando el capítulo de fiestas, pero así Rajoy no va a hacer muchos amigos. Fijo que no.
Todo es proponérselo, de ano en ano: del calendario juliano al gregoriano, y de este al mariano.
Todo es proponérselo, de ano en ano: del calendario juliano al gregoriano, y de este al mariano.
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