Trillo se puso farruco. El que fuera Ministro de Defensa –preñado tan sólo de verbo ampuloso y ciertas ínfulas- clavó su par de rehiletes y salió adornándose: «No se escandalicen ustedes.» Chacón se encontraba fuera cacho, semihuida, barruntando el pasillo que se preparaba, rumiándoselo de antemano. Hay quien apunta que sirvió para un paseíllo pero en vista de que, esta vez, Raúl no sacó el capote, yo creo que fue más bien paseo militar.
Fernández de la Vega respondió a las puyas y pullas de Trillo («el Ejercito está para disparar, no para pagar») cruzándose, echando la muleta adelante y abriendo el compás: «Me siento muy orgullosa del Ejercito.» Hubo, pues, pique en los quites –que dirían los revisteros antiguos-; una suerte ya olvidada.
Fernández de la Vega también se puso chula y paró, mandó, templó y cargó la suerte mirando al tendido, retadora. Pero la cosa iba de plazas militares y no de toros, de manu militari y no de la izquierda, la del toreo al natural y, sobre todo (ya lo insinuábamos), de piratas, de Perejil, que no es la Isla del Tesoro, que no es islote del Caribe sino de Berbería, y de los somalíes, que tampoco son Billy Bones, Perro Negro, Sacristán y John Silver el Largo.
O sea, que manda huevos... y una botella de ron.
Fernández de la Vega también se puso chula y paró, mandó, templó y cargó la suerte mirando al tendido, retadora. Pero la cosa iba de plazas militares y no de toros, de manu militari y no de la izquierda, la del toreo al natural y, sobre todo (ya lo insinuábamos), de piratas, de Perejil, que no es la Isla del Tesoro, que no es islote del Caribe sino de Berbería, y de los somalíes, que tampoco son Billy Bones, Perro Negro, Sacristán y John Silver el Largo.
O sea, que manda huevos... y una botella de ron.
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