"Una lengua que ha estado mucho tiempo oprimida,
o al menos desatendida, ¿puede legítimamente
reafirmar su presencia a costa de las otras, y con
el riesgo de instaurar otro tipo de discriminación?"
o al menos desatendida, ¿puede legítimamente
reafirmar su presencia a costa de las otras, y con
el riesgo de instaurar otro tipo de discriminación?"
(Amin Maalouf, Identidades Asesinas)
Antich anuncia para Baleares medidas lingüísticas semejantes a las que ya rigen en Cataluña, Galicia o Euskadi. Se trata de imponer el catalán en el ámbito de la Administración y en el de la enseñanza. El nacionalismo no descansa: uno de sus efectos más perniciosos es el contaminar todo lo que le rodea. Los que viven en los lugares donde goza de un cierto predominio y no son nacionalistas, están atenazados por el síndrome de Estocolmo. Tampoco respeta nada: si mala es la imposición en las aulas, mucho peor resulta la obligatoriedad fuera de ellas. El patio pertenece a la esfera privada y controlarlo supone negarle a los escolares su derecho a la intimidad. ¿No les da vergüenza vigilar que no se use el español en el recreo estableciendo comisarios políticos y dispositivos de espionaje o delación? Produce escalofríos pensar en ello: el Gran Hermano de la lengua.
Hace años saltó la noticia de que en los campamentos del frente de juventudes del PNV se cargaba con piedras las mochilas de los niños a los que pillaban hablando erdera y se les obligaba a marchar con ellas. ¡Apa txacurra! Lo justificaron con peregrinas teorías pedagógicas, asegurando que se trataba de un juego y quitándole importancia a la cuestión. ¡Maketo!
¡Ni Franco se atrevió a tanta iniquidad!
Antich anuncia para Baleares medidas lingüísticas semejantes a las que ya rigen en Cataluña, Galicia o Euskadi. Se trata de imponer el catalán en el ámbito de la Administración y en el de la enseñanza. El nacionalismo no descansa: uno de sus efectos más perniciosos es el contaminar todo lo que le rodea. Los que viven en los lugares donde goza de un cierto predominio y no son nacionalistas, están atenazados por el síndrome de Estocolmo. Tampoco respeta nada: si mala es la imposición en las aulas, mucho peor resulta la obligatoriedad fuera de ellas. El patio pertenece a la esfera privada y controlarlo supone negarle a los escolares su derecho a la intimidad. ¿No les da vergüenza vigilar que no se use el español en el recreo estableciendo comisarios políticos y dispositivos de espionaje o delación? Produce escalofríos pensar en ello: el Gran Hermano de la lengua.
Hace años saltó la noticia de que en los campamentos del frente de juventudes del PNV se cargaba con piedras las mochilas de los niños a los que pillaban hablando erdera y se les obligaba a marchar con ellas. ¡Apa txacurra! Lo justificaron con peregrinas teorías pedagógicas, asegurando que se trataba de un juego y quitándole importancia a la cuestión. ¡Maketo!
¡Ni Franco se atrevió a tanta iniquidad!
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