Una vez alcanzado el acuerdo para la renovación del Consejo General del Poder Judicial, a Federico Jiménez Losantos –eterno quejumbroso- le ha dado por lamentarse de que el PP suscriba el apaño a despecho de que, durante diez años (“cuando el PP era el PP”), figurase la promesa de reformar la elección de los vocales en el frontispicio de su programa electoral. Pues mira, no sé qué es peor, porque efectivamente el Partido Popular afectaba indignación con el sistema desde que se promulgó la LOCGPJ, allá por el año 85, pero se ve que ello no equivalía a voluntad cierta de cambio habida cuenta del tiempo que tuvo para demostrar y materializar su inequívoca decisión mientras gobernó, entre 1996 y 2004, y de lo que al respecto hizo en ese periodo.
Es el eterno problema: no importa la judicatura ni el órgano de gobierno de los jueces ni la madre que los parió; lo único que les interesa a todos es ejercer, hasta donde se lo permitan las circunstancias, todos y cada uno de los resortes de poder a su alcance. Por eso, unos y otros rivalizan en la obcecación de incumplir los programas, actuando o dejando de hacerlo en contra o al margen de los mismos. Ahora el PSOE entra a saco con el tema del aborto, cuando negó categóricamente en campaña que fuese a tocarlo en esta legislatura. En la pasada, el asunto estrella de la negociación con ETA brilló por su ausencia en el catálogo de intenciones del programa socialista. Otra cosa es el acierto en la acción de gobierno: uno puede estar de acuerdo con la cuestión del matrimonio homosexual (yo de hecho lo estoy) pero eso es irrelevante a la hora de denunciar la gravedad de su omisión en el programa. Claro que si los políticos se muestran testarudos a la hora de incumplirlo, los electores se obstinan en ignorarlo y así nos va...
Es el eterno problema: no importa la judicatura ni el órgano de gobierno de los jueces ni la madre que los parió; lo único que les interesa a todos es ejercer, hasta donde se lo permitan las circunstancias, todos y cada uno de los resortes de poder a su alcance. Por eso, unos y otros rivalizan en la obcecación de incumplir los programas, actuando o dejando de hacerlo en contra o al margen de los mismos. Ahora el PSOE entra a saco con el tema del aborto, cuando negó categóricamente en campaña que fuese a tocarlo en esta legislatura. En la pasada, el asunto estrella de la negociación con ETA brilló por su ausencia en el catálogo de intenciones del programa socialista. Otra cosa es el acierto en la acción de gobierno: uno puede estar de acuerdo con la cuestión del matrimonio homosexual (yo de hecho lo estoy) pero eso es irrelevante a la hora de denunciar la gravedad de su omisión en el programa. Claro que si los políticos se muestran testarudos a la hora de incumplirlo, los electores se obstinan en ignorarlo y así nos va...
Resulta llamativa la diferencia de comportamiento con la sociedad americana, donde si hay algo que no se tolera es la mentira. Durante el proceso a Clinton por su “desliz”, se destacó el hecho de que más grave que los escarceos sexuales en el despacho oval fue el engaño a la opinión pública.
Y aquí don Baltasar garzoneando. Si pudiera haber a las manos (al estrado) al fratricida Caín, lo procesaba por delito de lesa humanidad.
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