lunes, 22 de septiembre de 2008

Crónica de sociedad

¿Vieron el artículo de arriba en la edición de ayer de El Mundo? No se sabe si era un gazapo, un conejo en la chistera o es que andaban carentes de noticias y colaron ésta como cuando sueltan una serpiente de verano. Parecía una errata enorme pero igual era otro roedor desconocido que se deslizó en forma de plantilla para maquetar la sección.
Por si no se ve bien, éste es el resumen. Un titular: “Título de tres líneas centradas para sociedad y cultura”; un subtítulo: “No tenía ganas ni necesidad del genial pintoras de malagubras para unas” (sic); una foto de una negra (en lenguaje políticamente correcto se llamará de otra manera, pero una negra es lo que se ve) acompañada de un loro. Éste mira a la cámara mientras aquélla mira al pajarito. Todo muy propio. Debajo de la foto, este texto: “Pie de foto falso para ver cómo queda esta página” y tanto el artículo como la foto vienen suscritos por un enigmático “Firma” (¿?) El texto, evidentemente confeccionado con la novedosa técnica del “copiar y pegar”, repite hasta tres veces la historia de un arbitro de 41 años, nacido en Bilbao.
El columnista decimonónico, cuando no iba en batín y pantuflas y escribía en su mesa camilla, se asemejaba a un oficinista gris dotado de una prosa llena de enjundia; tenía pluma de escritor de altos vuelos. En el siglo pasado, en buena parte gracias a Bernstein y Woodward y su Watergate, el gacetillero se convirtió en periodista de investigación. Su labor se ha ido parcelando en especialidades y algunas –como la del periodista deportivo o la del paparazzi- han alcanzado una pujanza inusitada. La invención de los medios de comunicación audiovisual revolucionó el periodismo y los reporteros se convirtieron en comparsa obligada en guerras y acontecimientos de todo orden. La prensa se fortaleció hasta convertirse en el 4º poder nominal, aunque en realidad se situaba a menudo por encima de los otros. Hunter S. Thompson ideó el periodismo gonzo, donde el cronista devino en actor fundamental de la trama narrada y Billy Wilder, en su Primera Plana, nos dio todo un recital de las malas artes de la profesión; un curso de ética periodística en negativo. Así hasta Jiménez Losantos, quien nos cuenta las verdades como puños, pero no por su tamaño o calidad sino por cómo las suministra. Y ahora El Mundo inaugura un género: el periodismo inexistente, en el que no hay sujeto, no hay noticia, no hay informador y no hay apenas nada. Pensábamos que el futuro venía ligado a Internet y relacionado con las nuevas tecnologías pero tal vez estábamos equivocados y la cosa va por este camino.
Nunca he creído que la prensa fuera fiel reflejo de la realidad, aunque, no sé, a lo mejor la reelabora dándole al vacío existencial un sesgo dadadista de banalidad humorística.

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