sábado, 26 de abril de 2008

Periodistas de pacotilla

Tiempo atrás se organizó cerca de donde vivo un rally de 4 X 4. El reportaje televisivo se refirió entonces a la sorpresa de los pastores de la zona –como si fueran masais o watusis- al paso de los vehículos. Cabía preguntarse: "¿qué pastores?" Por aquí es mucho más chocante ver un rebaño apacentado que una procesión de todoterrenos. Por otro lado, ¡si hasta los del belén van ya equipados con móvil! La imagen televisiva, que dio la vuelta al mundo, del pájaro pringado de fuel que supuestamente se ahogaba en el lodazal del Golfo Pérsico, en la primera de las guerras, y que sirvió para denunciar las atrocidades de Saddam Hussein, se convirtió en todo un clásico. Cuando alguien reparó en el hecho de que aquella especie de garza no habitaba en la zona, se averiguó que las imágenes procedían del accidente del petrolero Exxon Valdez en las costas de Alaska. Hay montajes que no se pueden admitir ni como licencia poética. En el caso que hoy nos ocupa, ni siquiera se trata de que el titular quede más lírico o de aplicar el viejo aforismo (“no dejes que la realidad te estropee una buena noticia”); es sencillamente ineptitud. No sé qué es peor.
Me he extrañado esta mañana al enterarme de que Itziar Lamarain, única concejala del PP en Mondragón, se había abstenido en la moción de censura. El asunto venía rodeado de gran expectación y precedido de enorme ruido mediático. En coherencia con el ambiente, los periódicos han “informado” sobre el resultado de la “moción” desde su particular óptica: repartiendo estopa a Ezker Batua, al PP o a los nacionalistas. La verdad es que no había tales: No existía “información” ni “moción de censura” alguna.
El artículo 197 de la Ley Orgánica del Régimen Electoral General –según la modificación introducida en 1999- exige mayoría absoluta en el momento de presentarla; quórum que desde luego se debe mantener para que resulte aprobada. En la primitiva redacción de la Ley, la de 1985, se necesitaba tan sólo un tercio para tramitarla y bastaba obtener la mayoría absoluta en el momento de votar. No era, como ahora, un requisito previo. Es decir que la propuesta adolecía de un defecto formal invalidante que la convertía en un brindis al sol, un paripé, una tontuna. La exigencia de algún periódico o emisora de que se presentara de todos modos para que cada cual se retratase al votar, convertía la noticia y la forma de darla en el corolario lógico de tan peregrina ocurrencia.
¿Son idiotas o nos toman por tontos a los demás? ¿Es que no merecemos una explicación cabal o mínimamente rigurosa? ¿No hay en toda la prensa generalista nadie que coteje, que se informe para informar, que se cerciore, que contraste con los protagonistas, que acuda a las fuentes? ¿O es que temen que se les rompa el cántaro, ese alma de cántaro que tienen? Una de dos: o es pura desidia y holgazanería o es que no se enteran porque no dan más de sí.
Entre las veces que manipulan a conciencia y las que lo hacen inconscientemente, aviados estamos.

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