miércoles, 23 de diciembre de 2009

Pero ¿acaso murió la estrella de la radio?

El tema Video Killed the Radio Star, incluido en el álbum The Age of Plastic, del grupo británico The Buggles, alcanzó el número uno en el Reino Unido en 1979, y así se convirtió –paradojas de la vida- en una estrella de la radio. Su videoclip, que fue el primero emitido por la cadena estadounidense MTV en 1981, alcanzó justa fama por motivos obvios. Pero ni el vídeo acabó con la estrella de la radio ni con la del cine, como se temía. Temores parecidos habían cundido antes con la proliferación de casettes y también se pronosticó que la cinta mataría al vinilo. Las grabaciones piratas de entonces, aunque eran otra cosa distinta, se podían comprar en determinados establecimientos. Fueron los soportes digitales, con enormes beneficios para las discográficas y las empresas tecnológicas, los que desbancaron a los formatos tradicionales. De ese modo, los royalties que habíamos pagado con los discos se fueron por la alcantarilla. Nos los tiraron al W.C., que fue la primera banda de Ramoncín, (cuando se apropió hasta del nombre del grupo) en la época del Rey del Pollo Frito, como papel mojado y sucio. Igual pasó con todo lo adquirido en VHS y no digamos nada de los incautos que habían comprado reproductores Beta y 2000. Las cintas de audio y vídeo, la principal amenaza de hace unos años, prácticamente han desaparecido.
Canal+ se inventó su propio pirateo de partidos en PPV y lo lanzó a la red para conseguir (y lograr) las mayores ventas de toda su historia del decodificador y del paquete básico. Algo parecido hizo Sony con la Playstation, aunque en el castigó llevó la penitencia porque la consola inviolable que sacó al mercado fue un fracaso de ventas. Uno de los hombres más ricos –y pirateados- del planeta, Bill Gates –también de los más copiones-, vio estrellarse su penúltimo producto estrella, el Windows Vista, ya que no permitía instalar nada, ¡ni el programa PADRE de Hacienda! Gravar un Cd con el canon digital para grabar en él ficheros propios debiera contemplar un mecanismo para recuperar su importe. No sólo no hay que pagarle a nadie la propiedad intelectual sino que la SGAE debiera abonársela al autor y propietario de los ficheros: el mismo que hace y graba; el gravado.
Ciertamente Cinema Paradiso hubo de cerrar, pero fueron las salas multicines las que lo empujaron a la ruina. Y ahora éstas prefieren lamentarse, como un disco rayado, y estiman unas pérdidas manipuladas y falsas, en vez de instalar un dispositivo ingenioso, barato y sencillo, consistente en cruzar la pantalla con infrarrojos, invisibles para el ojo humano pero que estropean cualquier grabación. Será para no tener que pagarle la patente a su inventor.
Y yo pregunto, ¿llevan canon digital las palomitas? Porque, hay que joderse...

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