«En
la lucha por la igualdad, ya nada será igual» soltó a la alcachofa a pie de
manifa. ¿Pronosticaba Pedro Sánchez un fracaso de la lucha? Ignoro si lo
tenía pensado o le salió ese (al menos, en apariencia) contrasentido así, sin querer.
No estuvo muy acertado, pero no fue él solo, tampoco otros, al día siguiente,
anduvieron muy finos: «Ayer hablaron nuestras madres, nuestras hermanas,
nuestras parejas, y hay que escucharlas». Pues lo que venían a decir, por
cierto, es que no son nuestras ni de nadie. Vaya por Dios, qué poco ha tardado
en diluirse el mensaje del 8M, parece que en apenas 24 horas, todo ha quedado
en gesto épico y puramente simbólico.
Eso lo
explicaba Alberto Garzón en tuit–regañina a Rivera. El problema de estas puyas
es que, a menudo, se vuelven contra sus autores: nadie puede estar siempre
vigilante, cogiéndosela todo el día con papel de fumar, y es fácil que se
escape alguna incorrección política que otra.
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