Llamazares ha declarado que el trato de Rajoy a la ministra de Hacienda, perdonándole la vida en el debate de los Presupuestos, “roza el machismo político”. Elena Salgado, por su parte, ha confesado que se había sentido como 50 años atrás (¿rejuvenecida acaso?), mientras Soraya Saenz de Santamaría manifestaba que don Mariano se contuvo precisamente para evitar que lo acusaran de abusón.
Los medios de comunicación se han mostrado menos preocupados por las formas versallescas y han valorado de manera unánime el resultado del debate diciendo que el líder del PP había vapuleado a la ministra, entendiendo la paliza como dialéctica. Pero aquí hay que cogérsela con papel de fumar porque cabría considerar el caso como violencia de género.
El mosqueo venía de que la Sra. Salgado se había sentido ninguneada. El ambiente lo había caldeado Solchaga con sus declaraciones a la revista Vanity Fair. El exministro se sumó a otros líderes socialistas en las críticas a la política económica del gobierno. Tratándose de una persona que, al margen de sus convicciones y criterios ideológicos, se podría calificar de mesurada, de un hombre que ha ostentado las más altas responsabilidades en la Hacienda Pública, que no parece actuar movido por el despecho y que sigue siendo (al contrario que Boyer) un cualificado militante del PSOE, cabe plantearse: si eso dice en público, ¿qué no dirá en privado? Bajo su punto de vista, los ministros de Zapatero actúan como secretarios… luego las ministras deben desempeñar el papel de secretarias; así que fue él quien abrió el fuego de la incorrección política. Está claro el ninguneo: quien confecciona un escrito, desde el punto de vista material, y lo pasa a máquina, es la secretaria, pero el inspirador, el firmante y el responsable es el jefe.
Los medios de comunicación se han mostrado menos preocupados por las formas versallescas y han valorado de manera unánime el resultado del debate diciendo que el líder del PP había vapuleado a la ministra, entendiendo la paliza como dialéctica. Pero aquí hay que cogérsela con papel de fumar porque cabría considerar el caso como violencia de género.
El mosqueo venía de que la Sra. Salgado se había sentido ninguneada. El ambiente lo había caldeado Solchaga con sus declaraciones a la revista Vanity Fair. El exministro se sumó a otros líderes socialistas en las críticas a la política económica del gobierno. Tratándose de una persona que, al margen de sus convicciones y criterios ideológicos, se podría calificar de mesurada, de un hombre que ha ostentado las más altas responsabilidades en la Hacienda Pública, que no parece actuar movido por el despecho y que sigue siendo (al contrario que Boyer) un cualificado militante del PSOE, cabe plantearse: si eso dice en público, ¿qué no dirá en privado? Bajo su punto de vista, los ministros de Zapatero actúan como secretarios… luego las ministras deben desempeñar el papel de secretarias; así que fue él quien abrió el fuego de la incorrección política. Está claro el ninguneo: quien confecciona un escrito, desde el punto de vista material, y lo pasa a máquina, es la secretaria, pero el inspirador, el firmante y el responsable es el jefe.
Menos mal que a nadie se le ha ocurrido decir que el Presupuesto para 2010 es la cuenta de la vieja.
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