martes, 17 de noviembre de 2009

No hay ni pan duro

La Cumbre Mundial sobre Seguridad Alimentaria, organizada por la FAO, arrancó ayer en Roma con el objetivo de reducir a la mitad, en 2015, el número de personas que pasan hambre en el mundo.
A nuestro Presidente se le ha pasado el hambre de cumbre y por eso (y porque no van Obama ni Sarkozy), aunque asisten algunos máximos mandatarios de países en vías (¿muertas?) de desarrollo como Lula da Silva, Bachelet, Mubarak, Mugabe o Gadafi, la delegación española está encabezada por la ministra Elena Espinosa.
El Alcalde de la ciudad anfitriona, Gianni Alemanno, ha dicho del documento que se aprobará que “aunque tiene buenas intenciones no se propone objetivos ambiciosos”. Lo considera una “desilusión”, ya que “no da indicaciones concretas sobre cómo alcanzar este objetivo y tampoco pone a disposición recursos adecuados”. Si ya es dudoso que el hambre aguce el ingenio propio, mucho más difícil será que tenga efectos en el ajeno, el de quien está saciado. No se trata de que hicieran la multiplicación de los panes y los peces pero al menos podían habernos ahorrado las dietas de manutención.
Y ya puestos a ser voluntaristas, ¿por qué no aspirar a eliminar del todo el hambre (si digo a los hambrientos, igual doy ideas) en vez de quedarse en ese triste 50%?

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