martes, 30 de marzo de 2010

Gold medal

Noble metal (el oro digo) aunque no siempre inspira nobles acciones (más bien al contrario) ni caracteriza de ese modo a su poseedor. Además, tampoco sería el caso porque el aspirante no logró ni la medalla de chocolate, que supone diploma olímpico pero deja al laureado fuera del podio y de los metales.
A los tribunales de toda laya (éste, el de Cuentas, es propiamente un ente administrativo) les ha dado ahora por volver la vista atrás, como la mujer de Lot, hacia la gestión gubernamental de los populares. Sea. En la investigación abierta sobre el gasto de 2,3 millones de euros que el Gobierno de José María Aznar aprobó para gestionar la frustrada concesión al ex presidente de la Medalla de Oro del Congreso de Estados Unidos, el fiscal asegura que se perseguía el “interés público general” y no la satisfacción personal del Sr. Aznar. El contrato con la empresa norteamericana Piper Rudnick se justificó en la necesidad de “asistir al Gobierno de España en la promoción de relaciones más próximas con los Estados Unidos”. Ni se entiende el interés general ni la necesidad de engrasar unas relaciones con los americanos que se calificaban de muy fluidas. Y menos con ese unto.
Lo que ahora es de interés general es que se airee el tema y se resuelvan las dudas que genera un desembolso tan grande como inexplicable de recursos públicos. Yo tengo un par (de dudas): ¿qué méritos se alegaron para justificar que el Sr. Aznar era acreedor a esa distinción? ¿Le dieron al menos un accésit?
Otro que de la cueva sale. Suena a medalla de oro a la cara dura.

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