En la antigua Roma, el desfile triunfal lo abría el general victorioso subido a un carro de dos caballos (biga), con la cara pintada de rojo (nimiun) en honor a Jupiter Optimus Maximus, una estatua etrusca de terracota de ese color. Al lado, iba un esclavo que sostenía la corona de laurel sobre su cabeza y le decía cada cierto tiempo eso de “recuerda que eres un hombre”.
Una fiesta cívica como la de ayer demuestra, sensu contrario, hasta qué punto con excesiva frecuencia la clase política divide, excita los bajos instintos en beneficio propio, crea problemas con la pretensión de resolverlos después y ni consigue solucionarlos ni se muestra capaz de controlar a su propia criatura generadora de conflictos. Mientras, el pueblo, ajeno a esos afanes, quiere trabajar y disfrutar lo que pueda. Vivir tranquilo, vaya.
Que un gobernante se apunte los logros deportivos o de cualquier índole que se dan bajo su mandato, es lógico e inevitable, aunque no faltan los merluzos que acaban confundiendo el culo con las témporas: Franco –a quien el fútbol le traía al fresco- se adjudicó los éxitos del Madrid y el club acabó señalado como el equipo del Régimen. Lo mismo les pasó a Lola Flores o a Massiel. También fue celebre el episodio de un fotograma en el que se pedía el voto para el PSOE tras un gol de Butragueño durante el Mundial de México, en el partido en que la selección española venció por cinco a uno a la de Dinamarca. A veces, el descaro roza el ridículo: Una columna de Berna González Harbour (¡Viva el Partido de las Mujeres!, El País, 24-6-10), transcrita por Santiago González en su blog, lleva al paroxismo la apropiación: “Resultado del concurso: Partido Popular, 1; PSOE, 0. Esperemos que, al menos en Sudáfrica, lo hagamos mejor.”
Si España es campeona del mundo, ¿cómo no va Zapatero a reclamar para sí una mayor cuota de protagonismo? Lo peliagudo viene con la declaración que aparecía en el Marca del sábado: “España como país debe jugar como La Roja”. La pregunta es inevitable: ¿debe entonces cambiar el seleccionador (del país)? Mientras no diga, en el Debate sobre el Estado de la Nación, que le dio el pase del gol a Iniesta, bueno está. Claro que ahora empieza a entenderse que lo trasladara a esa fecha.
Está claro que la gente, en vez de tirar del carro, prefiere subirse arriba.
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Pido perdón a Casillas por "tomar prestado" su cuerpo para colocar a Zapatero en el autobús.
Una fiesta cívica como la de ayer demuestra, sensu contrario, hasta qué punto con excesiva frecuencia la clase política divide, excita los bajos instintos en beneficio propio, crea problemas con la pretensión de resolverlos después y ni consigue solucionarlos ni se muestra capaz de controlar a su propia criatura generadora de conflictos. Mientras, el pueblo, ajeno a esos afanes, quiere trabajar y disfrutar lo que pueda. Vivir tranquilo, vaya.
Que un gobernante se apunte los logros deportivos o de cualquier índole que se dan bajo su mandato, es lógico e inevitable, aunque no faltan los merluzos que acaban confundiendo el culo con las témporas: Franco –a quien el fútbol le traía al fresco- se adjudicó los éxitos del Madrid y el club acabó señalado como el equipo del Régimen. Lo mismo les pasó a Lola Flores o a Massiel. También fue celebre el episodio de un fotograma en el que se pedía el voto para el PSOE tras un gol de Butragueño durante el Mundial de México, en el partido en que la selección española venció por cinco a uno a la de Dinamarca. A veces, el descaro roza el ridículo: Una columna de Berna González Harbour (¡Viva el Partido de las Mujeres!, El País, 24-6-10), transcrita por Santiago González en su blog, lleva al paroxismo la apropiación: “Resultado del concurso: Partido Popular, 1; PSOE, 0. Esperemos que, al menos en Sudáfrica, lo hagamos mejor.”
Si España es campeona del mundo, ¿cómo no va Zapatero a reclamar para sí una mayor cuota de protagonismo? Lo peliagudo viene con la declaración que aparecía en el Marca del sábado: “España como país debe jugar como La Roja”. La pregunta es inevitable: ¿debe entonces cambiar el seleccionador (del país)? Mientras no diga, en el Debate sobre el Estado de la Nación, que le dio el pase del gol a Iniesta, bueno está. Claro que ahora empieza a entenderse que lo trasladara a esa fecha.
Está claro que la gente, en vez de tirar del carro, prefiere subirse arriba.
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Pido perdón a Casillas por "tomar prestado" su cuerpo para colocar a Zapatero en el autobús.
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