miércoles, 8 de octubre de 2008

La Zapatera Prodigiosa

Me veo mal: como enfermo de melancolía y añorante de tiempos pasados. Y no es el caso. Lo mismo que esas discotecas que, por no saber qué hacer, se dedican a dar sesiones de remember, no paro de sacar papeles ajados y me ha salido, igual que sale un forúnculo, otro pasquín viejo.
En estos grotescos extremos a los que hemos llegado y con esa manía por desterrar el lenguaje sexista, al menor descuido contemplaremos feminizarse el nombre del boss y -mutatis mutandi- convertirse en personaje lorquiano: La Zapatera Prodigiosa. Tal vez debería puntualizar que tras la metafórica visión no hay pulsiones machistas u homófobas sino unción admirativa ante su talantosa persona, a quien veo capaz de obrar los mayores prodigios y de convertir el agua en vino. Oye, y además, “si tu ojo te escandaliza, sácatelo” (Mt., 18, 9).
Que levante la mano quien tenga 20.000 € en el banco (bueno, que la levante si quiere); yo no, ni mucho menos. Yo, a principios de mes tengo una cosa y al acabar ninguna: ya me la he gastao. Por eso, no me asustó que fuera ese el límite garantizado de los depósitos, igual que el de ahora, que se ha subido a 100.000, me suena a chino, a música celestial o más bien marciana. Hasta me hago ilusiones de que se produzca el milagro de la multiplicación de los panes y los peces y cualquier día me los encuentre en mi cuenta corriente y moliente. Solbes: en vos confío.
Pero si del jefe y sus subalternos no cabe esperar grandes cosas, me parece que este gobierno da la medida de la oposición. Vamos, que son tal para cual. Se han juntado el hambre y las ganas de comer.
El amor, como en la obra de Federico (García Lorca), todo lo puede, y donde aquél no llegue, se pone una pasta a cargo de los Presupuestos Generales del Estado y sanseacabó. Y los demás, a arrimar el hombro, coño.

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