Alfonso Guerra, el del clan de la Tortilla, explicó los fundamentos de la cocina de autor política. Para empezar, se trataba de poner en práctica el viejo principio de división del trabajo: “yo estoy en los fogones preparando la comida y Felipe en la sala sirviendo los platos”. También inventó alguna receta y rescató del olvido viejas técnicas culinarias, no obstante, en muchas ocasiones, se limitó a enunciar hábitos tocantes a la urbanidad (el que se mueva, no come). Conocedor del dicho “en la mesa y en el juego se conoce al caballero”, advirtió que Suárez no era más que un tahúr del Mississippi. Tal vez abusara de la sal y las especias. En fin, todo eso fue antes de que su hermano lo vendiera por un plato de lentejas.
Cuando se pidió reformar la Ley del Menor o debatir la cadena perpetua, el gobierno opuso la inconveniencia de legislar en caliente; sin embargo, con la Memoria Histórica, a partir del momento mismo de su preparación, no se hace otra cosa que cocerla en el horno de la emotividad. El ingrediente principal procede de la parte de las vísceras y es a eso a lo que sabe: a casquería. Cualquiera podía imaginarse que iba a calentar el ambiente y que sería un arma de doble filo, que iniciaría una espiral incontrolable de reacciones. Pero este exponente de la Nouvelle Cuisine es raro, complejo de elaborar y difícil de digerir. A pesar del sofrito de revanchismo que contiene, en virtud del cual debiera guisarse en caliente y servirse frío, es contundente y de cuchara. Recordando que la Ley de Amnistía fue un entrante cocinado a petición, sobre todo, del Partido Comunista y que Alianza Popular no lo probó (o sea, que se abstuvo), no puede uno dejar de preguntarse a qué viene ahora, después del café y los licores, este postre.
En 2007 se modificó la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional para prolongar el mandato de Mª Emilia Casas y ahora Montilla propone sustituir a todo el equipo, a los chefs y ayudantes, porque intuye que el menú que están preparando no es de su agrado. Aquí, todo bicho viviente quiere comer a la carta, y como sobre gustos no hay nada escrito, piden que les sirvan la carne cruda o muy hecha, al punto o vuelta y vuelta.
¡Marchando una de Sentencia de Estatut al cava con fondo de almíbar rojo! Oído cocina.
Cuando se pidió reformar la Ley del Menor o debatir la cadena perpetua, el gobierno opuso la inconveniencia de legislar en caliente; sin embargo, con la Memoria Histórica, a partir del momento mismo de su preparación, no se hace otra cosa que cocerla en el horno de la emotividad. El ingrediente principal procede de la parte de las vísceras y es a eso a lo que sabe: a casquería. Cualquiera podía imaginarse que iba a calentar el ambiente y que sería un arma de doble filo, que iniciaría una espiral incontrolable de reacciones. Pero este exponente de la Nouvelle Cuisine es raro, complejo de elaborar y difícil de digerir. A pesar del sofrito de revanchismo que contiene, en virtud del cual debiera guisarse en caliente y servirse frío, es contundente y de cuchara. Recordando que la Ley de Amnistía fue un entrante cocinado a petición, sobre todo, del Partido Comunista y que Alianza Popular no lo probó (o sea, que se abstuvo), no puede uno dejar de preguntarse a qué viene ahora, después del café y los licores, este postre.
En 2007 se modificó la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional para prolongar el mandato de Mª Emilia Casas y ahora Montilla propone sustituir a todo el equipo, a los chefs y ayudantes, porque intuye que el menú que están preparando no es de su agrado. Aquí, todo bicho viviente quiere comer a la carta, y como sobre gustos no hay nada escrito, piden que les sirvan la carne cruda o muy hecha, al punto o vuelta y vuelta.
¡Marchando una de Sentencia de Estatut al cava con fondo de almíbar rojo! Oído cocina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario