viernes, 3 de febrero de 2012

La vida sigue igual

Hablando de educación, ya sé que no es correcto autocitarse, pero está uno en una edad en que se pierden los miramientos y la etiqueta. Y a esto, publicado el 26-4-06 en el blog Ciudadanos Libres, bajo el alias Corto Maltés, no tengo ni una coma que añadir:
¿Es que no se les ocurre otra política educativa que enmendar la plana al ministro precedente, desandar lo andado y colocar cada cual su sello, su propia marca de fábrica? Diría que hay serias y extendidas sospechas de que se ha pasado de meter la letra con sangre a que no entre de ningún modo, de exigir la lista de los reyes godos a que el temario se limite al último rey de España (quiero decir al actual), de conocer los afluentes de los ríos de la península ibérica a la apropiación programada –en exclusiva o por tramos- de los que atraviesan una comunidad, de las leyendas y cronicones a la revisión o falseamiento de la historia, de saber latín a no ser capaces de hacer la o con un canuto, y así ad infinitum. Fuerza es reconocer en ello, más que una mala gestión de este gobierno o del anterior, un colapso general, un fracaso de los estamentos implicados y un completo desarme moral, con expresa renuncia a ideas, valores y principios sobre los que se asentaba la educación.
Las dificultades para abordar el tema desde el consenso, para extraer denominadores comunes, para hacer una política de Estado (bueno está el horno para tales bollos) se han revelado insolubles. Y conste que estas historias no son nuevas: “El modelo llega a su cima con la reforma de Moyano de 1857, que garantizó la educación primaria obligatoria hasta los nueve años y concede al Estado la elección de los programas y libros. De nuevo, la penuria impide avanzar, y si en Francia la reforma educativa fue fundamental en el desarrollo de la unidad nacional al extinguir los particularismos y las lenguas regionales, en España, la deficiente escolarización truncó esa posibilidad, permitiendo la supervivencia de los idiomas locales.” (García De Cortázar, Fernando, Breve Historia de España). Al margen de las lenguas vernáculas –lo que pudo ser una afortunada y casual consecuencia de una insuficiente acción política-, esto se parece a un mal endémico.
Andamos con dudas milenarias, desde el Génesis a Pío Baroja, entre El Árbol de la Vida y El árbol de la ciencia y, como Unamuno (“¡que inventen ellos!”), en Amor y Pedagogía, se encumbra la ciencia a un punto que la hace parecer ridícula, abonando los argumentos en su contra y situándonos en el extremo opuesto. “No educaré a mi niño ni como ella en su remordimiento ha deseado ni como me educaron a mí. (...) Prefiero que tenga una psicología apacible, una fisiología pujante, que conserve su pureza largo tiempo; que sea atlético y cristiano; que no refine las sensaciones y no se avergüence de los sentimientos; que se case a los veinticinco años con una buena moza, de caderas anchas y críe a sus numerosos hijos en el temor de Dios y en la convicción de que la vida es excelente, que nacer es un don y que hay fuera de nosotros y por encima de nosotros una ley que hemos de acatar y un criterio definido que se nos impone. (...) A veces sueño para la criatura un atletismo que, mediante la ley de adaptación, le reduzca el cerebro y lo convierta en uno de esos dioses bellamente estúpidos de cabeza menuda y pectorales y bíceps soberbiamente desarrollados, que nos legó un período del arte helénico. ¿Y yo? ¿Por qué no procedo así? (...) Porque empecé temprano a socavarme el alma y a practicar el rito que produce la infinita desolación. Porque soy un envenenado...” (Pardo Bazán, Emilia, La Sirena Negra).
Se ha probado a separar los ministerios de Ciencia y Educación y a volver a unirlos. La LOGSE intentó acomodar las titulaciones y la formación profesional a las demandas cambiantes del mercado laboral. Era una buena ley que careció de medios para su implantación y desarrollo, según oí decir –al principio- a muchos docentes. Con esos bueyes había que arar pero estábamos otra vez como con Moyano. La Ley de Calidad se tildó de reaccionaria y centralista y fue directamente ignorada y derogada antes de cumplir un solo artículo. Este gobierno estableció como prioridad la reforma de la Ley Orgánica de Universidades y, al día siguiente de aprobar la LOE, la Sra. Sansegundo salió por la puerta de atrás del Ministerio.
Otras cuestiones serán importantes pero esta lo es tanto como la que más. ¿No ha llegado el momento de dejarse de tontunas revanchistas, abandonar las posturas dogmáticas y pasarse al “gato blanco, gato negro” de Felipe González cuando volvió de China? Pregunto.

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