miércoles, 29 de febrero de 2012

Nada me parece justo en yendo contra mi gusto

Me molesta el alineamiento obtuso que nubla la vista, dificulta el entendimiento y anula la claridad de juicio. Actualmente, la prensa altera la realidad no para evitar que estropee buenos titulares sino para que no choque con las ideas preconcebidas o el corpus dogmático. Las posiciones monolíticas, sin poros, son impermeables a las consideraciones ajenas. A menudo, los hechos ni siquiera niegan la postura fijada de antemano; únicamente la matizan. ¿Es verdad que el sindicalista que mandó a su puta casa a MAFO y que gana más de 180.000 € al año, los entrega íntegramente a la UGT? Pues dígase porque, si no, la opinión degenera en consigna.
Me alegra la absolución de Garzón en el último proceso que se le seguía en el Supremo, pero ayer El País seguía insistiendo en la especie de que se le había encausado por su pretensión de juzgar al franquismo. Y dale. En su edición digital incluso titulaba: «Garzón “se excedió” al intentar mejorar el estado de las víctimas». El enunciado es tan ambiguo que puede servir tanto para exculpar su actuación, a modo de atenuante, como para explicar las aviesas motivaciones de sus juzgadores, quienes le procesaron precisamente por su intención «excesiva» de favorecer a los rojos. No creo que el equívoco en la redacción sea casual.
Después de inhabilitarle, muchos siguen dando pábulo al falso dilema de quién puede autorizar la apertura de fosas. Conozco personalmente a quien desenterró a un tío suyo del maquis, que había sido fusilado, para volver a enterrarlo, esta vez con honores, en el cementerio de su pueblo. Y no tuvo que recurrir a Garzón.
Incluso muchos de los que han afectado escandalizarse por el juicio, no dejan de reconocer en su fuero interno que alguien que tiene la ocurrencia de pedir el certificado de defunción de Franco tal vez no está en condiciones de ejercer la judicatura. Sin embargo, no le inhabilitan –¡faltaría más!- razones ideológicas, ni siquiera su ego colosal, sino una cuestión básica de salud mental que afecta a su pericia, a su capacidad en el desempeño de la profesión. Más allá de heterodoxias o peculiaridades, de sus delirios de grandeza y su autobombo propagandístico, y yendo al meollo de la cuestión (si cometió o no delito, que se ve que no), unos y otros deberían considerar la lectura de la Sentencia como algo obligatorio.
Primero la verdad, toda la verdad, y después la línea editorial.

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