O a septiembre, como toda la vida. Que no se trata aquí de pagar caros los errores sino de no llegar al extremo de que valgan lo mismo que los aciertos, de equiparar la vagancia al esfuerzo o el interés a la desidia. Y así pasa que donde debiera haber rigor, tenemos dejadez y lenidad; donde actividad, absentismo y donde sería deseable que no se fiscalizara, nos encontramos con un intervencionismo descomunal. ¿Inversión de valores o es que nos hemos hecho –nosotros o quien corresponda- la picha un lío? Un poco de todo. El cuidado y el aseo se ha convertido en la excepción y la norma es el remiendo, el parcheo, las costuras al aire, el borrón sin cuenta nueva y la mancha de grasa. Concedido que no todo es blanco o negro, pero tampoco es lo mismo la transparencia que el oscurantismo, la limpieza que la suciedad, la chapuza que el gusto por las cosas bien hechas. ¡Que no da igual ocho que ochenta, narices!
A lo que iba, que me enrollo y acabo perdido: el Tribunal Supremo ha anulado la posibilidad de cursar asignaturas sueltas de segundo de bachillerato, de matricularse en ese curso teniendo tres o cuatro suspensos en primero. Un fallo que es un acierto. Ahora que, por este camino, si después de cambiar los criterios académicos les da por revisar los estadísticos determinantes de que a una persona se la pueda considerar (laboralmente) activa o no, igual nos salimos en las cifras del paro. El Tipp-Ex se ha ido convirtiendo en santo y seña de nuestra existencia, en toda una metáfora vital... si la vida consintiese el autoengaño. Pero no, no consiente. Uno no puede ignorar los errores, taparlos y seguir adelante como si no se hubieran producido. Hay que aprender de ellos y rehacer el escrito. No me refiero a aquel episodio del “ácido bórico” sino a una actitud continuada de pequeña estafa, de maquillar la realidad, de hacer pasar la copia por el original y de dar gato por liebre.
Como en determinados documentos de importancia, a menudo no valen enmiendas ni tachaduras. Hay que volver a empezar.
A lo que iba, que me enrollo y acabo perdido: el Tribunal Supremo ha anulado la posibilidad de cursar asignaturas sueltas de segundo de bachillerato, de matricularse en ese curso teniendo tres o cuatro suspensos en primero. Un fallo que es un acierto. Ahora que, por este camino, si después de cambiar los criterios académicos les da por revisar los estadísticos determinantes de que a una persona se la pueda considerar (laboralmente) activa o no, igual nos salimos en las cifras del paro. El Tipp-Ex se ha ido convirtiendo en santo y seña de nuestra existencia, en toda una metáfora vital... si la vida consintiese el autoengaño. Pero no, no consiente. Uno no puede ignorar los errores, taparlos y seguir adelante como si no se hubieran producido. Hay que aprender de ellos y rehacer el escrito. No me refiero a aquel episodio del “ácido bórico” sino a una actitud continuada de pequeña estafa, de maquillar la realidad, de hacer pasar la copia por el original y de dar gato por liebre.
Como en determinados documentos de importancia, a menudo no valen enmiendas ni tachaduras. Hay que volver a empezar.
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