martes, 25 de marzo de 2008

chikilicuatre a urovisión


Chikilicuatre ha pasado de significar graciosillo sin fuste o chisgarabís, a usarse como guiño de complicidad, apelativo cariñoso, lugar común y, como todo lo que se pone de moda de pronto, latiguillo de conversación efímero (¿alguien se acuerda del fistro o del cuñaaaao?) Es decir, que ya está trascendiendo el apodo del artista ese, de nombre de pila Rodolfo.
Aunque uno siempre ha tendido a creer otra cosa –más por deseo personal que por verdadera convicción- los criterios estéticos (el buen o el mal gusto) dependen de su grado de penetración y del impacto que produzcan. A la larga, de forma activa o, sobre todo, pasiva (actuando como caja de resonancia), las masas son entes productores de tendencias. Cuanto más numeroso sea el público al que llega, mayor es el éxito de las corrientes y la posibilidad de que éstas se consoliden como tales. Es de perogrullo que la sociedad crea movimientos sociales. Resulta curioso –y aleccionador- observar cómo determinados comunicadores en principio acreditados dan un salto cualitativo (o tal vez estaría mejor decir cuantitativo) en su carrera cuando abandonan el tono serio para ahondar en la cutrez y en la horterada: Buenafuente sigue los pasos de Sardá. Hablando de Memoria, ¿alguien recuerda a dos señores situados ideológicamente en polos opuestos, que en la más tierna Transición hacían un humor inteligente con abundantes referencias políticas? Tip y Coll, claro. Pues eso.
Total, que andaremos todos poniéndolo a caer de un burro hasta que nos descubramos tarareando la melodía-loctite, o nos la bajemos para el móvil, o veamos a una moza de buen ver (o viceversa) meneando su (de ella o de él) chikilicuatre, o dándole al chiki-chiki, y caeremos en la cuenta de que era la octava maravilla.
Me dicen que en una de las últimas ediciones del Festival de Eurovisión salió un pavo, pero no como sinónimo de menda sino así, literal, vestido de gallinácea, no sé si con el cuchillo de trinchar clavado. ¡En fin! Me estoy haciendo viejo.

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