sábado, 18 de octubre de 2008

¡Voy p’allá!

Dentro de todo este lío que se ha montado coincido en la necesidad de dar satisfacción a legítimas demandas individuales –muchas, justificadísimas- y a la vez me parece que para tal viaje no hacía falta echar semejantes alforjas. Ya puestos, ni siquiera creo que fuera menester organizar tamaña excursión; y todo ello dejando aparte que la movida de la Memoria Histórica constituye una sandez conceptualmente imposible, como explica Gustavo Bueno.
Garzón ya ha dicho que no piensa procesar a Carrillo por lo de Paracuellos. Él verá. No soy partidario de que lo encause pero tampoco entiendo sus abstrusas razones para dejar de hacerlo. Si le abriera un sumario –aunque fuera pequeñito- demostraría al menos que no pretende disparar tan sólo fuegos de artificio. ¿Llamará a declarar a Franco si no expiden el certificado de defunción o imputará al responsable del Registro Civil por colaborar en el genocidio?
Como los profanadores vocacionales de tumbas empiecen a revolver, no tardarán en salir fantasmas (y La Sexta, mientras da la noticia, nos sacará la foto de Rajoy) de una de las dos Españas; lo que habrá de helarnos el corazón. Y si no, al tiempo. Para mí que los anhelos necrofílicos de toda la humanidad ya debieran estar saciados para los restos (valga la expresión) tras exhibir, igual que la mojama en el expositor del fiambre, el cadáver embalsamado de Lenin en su mausoleo. ¡Qué guarrada! ¿O, por el contrario, ciertos ateos de izquierdas le han cogido el gusto a las momias y experimentan una veneración religiosa por la muerte y lo que acontece más allá de su advenimiento? Por cierto, hoy se publica que ha sido hallada la cripta en la que asesinaron a Calígula; aunque imagino que éste tampoco es santo de la devoción de las asociaciones recuperadoras. Allá películas.
A todas estas, ¿qué pasó con el que podría ser el esqueleto de Andreu Nin, que apareció a principios de marzo y no se ha vuelto a saber de él?
Es un hecho probado que el papel y el oficio de la judicatura es impartir justicia aun en contra de la voluntad de los justiciables potencial y presuntamente beneficiarios de su acción. Ahí están los familiares de García Lorca a quienes se empeña Ian Gibson, con el concurso impagable de don Baltasar, en hacer justicia. Sus deudos consideran que la figura de Federico no precisa reparación alguna. Y razón no les falta. No parece ser ése el caso de Companys, a quien le quieren anular el juicio (el sumarísimo, no la razón). Ambos fueron objeto de procesos sin garantías ni justicia y asesinados con vileza (no diré ejecutados de forma injusta, porque la pena de muerte siempre lo es), y punto.
¿Pretenden rebobinar la historia y eliminar los sucesos inconvenientes? ¿Van a elevar, con esas mascaradas, la dignidad de la víctima inocente, o resaltar la atrocidad de sus victimarios? Ni siquiera un ápice. Esto puede ser inacabable: También se podría borrar la expulsión que sufrió Dalí de la Academia de Bellas Artes, revisar el expediente académico de Einstein y sancionar a sus profesores por ponerle malas notas o retrotraer un partido de fútbol al momento anterior a que se señalara un penalty que la moviola demostró inexistente. Y ojo que como se trate de que las sentencias dictadas por unos jueces las reexaminen otros, caeremos en el ámbito competencial del CGPJ y ahí sí que tropezamos en hueso.
Por ese camino, los cristianos (alguno quedará) le pueden pedir a Garzón que revise el juicio y ejecución de Jesucristo y condene a la mitad del pueblo de Israel (unas seis tribus, pizca más o menos) de Anás a Caifás y de Herodes a Pilatos (a los romanos también: se me olvidaba) por aquel conjunto de actos infames de su pasión y muerte. Que nadie vea en ello antisemitismo, que Jesús era, él mismo, judío de rancio abolengo: de la casa de David por más señas.

1 comentario:

Mike dijo...

Me ha encantado la expresión "rebobinar la historia".

Ya estas en el blogroll.

Saludos.