
Uno continúa, el otro se estrena en la figura servil: “a mandar, señorito Bush”. Ahora bien, cuando el diario Le Figaró descubrió el peaje prometido por la silla de la cumbre (“te daré todo lo que me pidas”) vimos que, en realidad, estaba a las ordenes de Sarkozy y no del devaluado Presidente americano. No se trataba de una carta de recomendación sino de entrar al servicio del nuevo Napoleón.
“Ningún servidor puede servir a dos señores” (Lc, 15,13) y si Zapatero se ha convertido en criada para todo, no quiero pensar lo que pasará cuando Sarkozy le pida cuentas y le haga cumplir lo prometido: “dámelo todo”.
¡Ay!, ¿cómo olvidar a Gracita Morales?: ¡Señoriitooo!
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