No es que no esté borrascosa –que tampoco está, para qué nos vamos a engañar- sino que las únicas –pocas- incógnitas que planteaba se han despejado. El culebrón de las últimas semanas ha sido resuelto: Zapatero acude por fin. Ahora el que no asiste es Obama.
—¿O sea que Obama no va a la Cumbre? Mecachis, si lo llega a saber el Presi, a buena hora organiza semejante lío.
A estas alturas pensábamos que aquello que sentenció Solbes, que las cumbres del Ge-ocho o del Ge-veinte no servían para nada, lo había dicho por decir. Algo parecido a cuando la ministra Chacón declaró en una mani que ella también era Rubianes (declaración que se le recordó al dar el grito, tras arengar a las tropas, de “Viva España” que prescriben las ordenanzas), o lo del “coñazo de desfile” de Rajoy, o la persistente negativa de la crisis. Igual que esas meteduras de pata de las que uno se arrepiente enseguida, lo que a cualquiera se le escapa en un renuncio (lo de la crisis no, que duró meses), ese tipo de cosas que luego requiere matizar, rectificar a posteriori o desmentir. Pero si Obama no piensa ir, ya es harina de otro costal y a lo mejor Solbes tenía razón: que en la Cumbre no se decide nada y es sólo una excusa para salir a darse un garbeo, para quedar con los amigotes.
Cuando ya estaba pensando en colarse en la fiesta, Sarkozy, que tenía dos invitaciones, una por parte del novio y otra de la novia, va y le cede una. “Allí me colé y en tu fiesta me planté/ Coca-Cola para todos y algo de comer.”
Ignacio Camacho, con su habitual maestría, nos explica hoy en su columna la misión de la Cumbre, el programa y la apretada agenda... para el fotógrafo. Zapatero, esta vez, si no se movía, no salía en la foto. Y no ha parado hasta lograrlo. Así se explica la perra que cogió. Se iban de parranda, de cuchipanda y de bureo; de bodorrio por todo lo alto. Ahora entiendo que por nada del mundo se la quisiera perder, que no consintiera que se la tuvieran que contar después, la fiesta de la espuma, los días de vino y rosas y las noches locas de desmadre y cachondeo.
Aunque como dice un amigo cachazudo, con sorna y humor negro (nada que ver con Obama), mejor que te inviten a un entierro que a una boda; que, al fin y al cabo, ir a un entierro no cuesta dinero. Y con los tiempos que corren...
—¿O sea que Obama no va a la Cumbre? Mecachis, si lo llega a saber el Presi, a buena hora organiza semejante lío.
A estas alturas pensábamos que aquello que sentenció Solbes, que las cumbres del Ge-ocho o del Ge-veinte no servían para nada, lo había dicho por decir. Algo parecido a cuando la ministra Chacón declaró en una mani que ella también era Rubianes (declaración que se le recordó al dar el grito, tras arengar a las tropas, de “Viva España” que prescriben las ordenanzas), o lo del “coñazo de desfile” de Rajoy, o la persistente negativa de la crisis. Igual que esas meteduras de pata de las que uno se arrepiente enseguida, lo que a cualquiera se le escapa en un renuncio (lo de la crisis no, que duró meses), ese tipo de cosas que luego requiere matizar, rectificar a posteriori o desmentir. Pero si Obama no piensa ir, ya es harina de otro costal y a lo mejor Solbes tenía razón: que en la Cumbre no se decide nada y es sólo una excusa para salir a darse un garbeo, para quedar con los amigotes.
Cuando ya estaba pensando en colarse en la fiesta, Sarkozy, que tenía dos invitaciones, una por parte del novio y otra de la novia, va y le cede una. “Allí me colé y en tu fiesta me planté/ Coca-Cola para todos y algo de comer.”
Ignacio Camacho, con su habitual maestría, nos explica hoy en su columna la misión de la Cumbre, el programa y la apretada agenda... para el fotógrafo. Zapatero, esta vez, si no se movía, no salía en la foto. Y no ha parado hasta lograrlo. Así se explica la perra que cogió. Se iban de parranda, de cuchipanda y de bureo; de bodorrio por todo lo alto. Ahora entiendo que por nada del mundo se la quisiera perder, que no consintiera que se la tuvieran que contar después, la fiesta de la espuma, los días de vino y rosas y las noches locas de desmadre y cachondeo.
Aunque como dice un amigo cachazudo, con sorna y humor negro (nada que ver con Obama), mejor que te inviten a un entierro que a una boda; que, al fin y al cabo, ir a un entierro no cuesta dinero. Y con los tiempos que corren...
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