La agencia Reuters ha distribuido la noticia de que “El pueblo alemán de Hamelin necesita un flautista moderno”: “Wahmes afirmó que se hará todo lo posible para resolver el problema rápido y que todo el asunto estará superado para el próximo año, cuando el pueblo conmemore el 725 aniversario del famoso relato.” (Reporte de Josie Cox; Traducido por Ariela Navarro [¡uf, qué susto!] en la Redacción de Madrid; Editado por Lucila Sigal) ABC hablaba de que “el cuento se repite” y 20 minutos o Antena 3 se referían a que Hamelin volvía a ser invadida por las ratas.
Yo simplemente creo que han elegido esa pequeña ciudad germana, situada al norte de Hanover, en lugar de Disneyworld, para celebrar el octogésimo cumpleaños de su primo Mickey Mouse.
Garzón, que es (no digo que esté como tal) una cabra en el horóscopo chino, tiene el escorpión por signo zodiacal en Occidente (acaba de cumplir años). Bueno, pues le pasa lo de aquél del cuento que se subió a una rana para vadear un río y le picó a mitad del trayecto. Por supuesto, murió ahogado, como los roedores de los hermanos Grimm en el río Weser. Al batracio le confesó que no lo había podido evitar porque estaba “en su naturaleza”.
Al superjuez, como al Segismundo de Calderón, “nada le parece justo en siendo contra su gusto”. Lo mismo que el héroe de La Vida es Sueño, vive de espaldas a lo material, en una caverna que recuerda a la de La República de Platón (no la de Barceló, hecha a imitación de las grutas de su tierra, la del Drach, de Artà o de l’Hams), en un mundo que se le representa como sombras danzantes. Por eso, nuestro Burlador de Jaén (Sevilla) confundió la de Franco, proyectada en la roca, con el general mismo, en carne y –sobre todo- hueso, Convidado de piedra del esperpéntico proceso. Cuando el fiscal le zarandea para despertarlo, se da de bruces con la realidad, salvándole de ser, mal que le pese, a semejanza del protagonista de otra obra atribuida a Tirso de Molina, Condenado por desconfiado. Hasta Zapatero ha hecho de Pepito Grillo, subrayando el olvido generalizado de la efeméride del Veinte-ene.
Santiago González, en el programa de Herrera en la Onda, también advirtió de imitaciones artísticas, de pulsiones quijotescas: “—Mire vuestra merced -respondió Sancho [el fiscal]- que aquellos que allí se parecen no son generalotes represores y falangistas (gigantes, vaya), sino difuntos (¿hace falta mencionar los molinos de viento?)”
A mí, este episodio de vodevil, de comedia bufa, me trasladaba a aquel precioso soneto de Quevedo, Responsabilidad penal (Amor) constante más allá de la muerte, que me hicieron aprender en BUP, cuando en el bachiller todavía se obligaba a aprender cosas de memoria:
“...Mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria [¿histórica?], en donde ardía...
… su cuerpo dejará no su cuidado;
serán ceniza mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo imputado (enamorado)”.
Aunque Garzón no duda, le resulta difícil, como a Descartes en el Discurso del Método, distinguir el sueño de la vigilia. También tiene en su nómina duendes, espíritus malignos: los del Círculo de Bellas Artes, que le empujan en una dirección cognoscitiva errónea, hacia una visión sesgada y falsa del universo. ¡Qué exaltación, la de Ian Gibson, elevando el Auto del juez a la categoría de obra de arte! Si de La Fontaine, como antes de Esopo, bebían todas las fábulas, ahora es en Almeida (la mesa, en árabe) donde los proverbios encuentran su alimento. De ahí la propuesta de anexar la Resolución a la Constitución, a modo de moraleja: “Ponga la de Garzón y tire la vieja”. (A todas estas, ¿cómo es que Cristina no se ha cambiado el nombre? También Mickey empezó siendo Mortimer hasta que se rebautizó).
Bichos que bailan al son que les tocan y caminan derechos a su perdición… desde luego que la naturaleza imita al arte con tozudez sin cuento. ¿Y cómo acabar con las ratas? Pues ni pitos ni flautas: se soplan las velas, se reparte el pastel y después de romper una piñata con caramelos, cada mochuelo a su olivo y cada rata a su agujero.
Yo simplemente creo que han elegido esa pequeña ciudad germana, situada al norte de Hanover, en lugar de Disneyworld, para celebrar el octogésimo cumpleaños de su primo Mickey Mouse.
Garzón, que es (no digo que esté como tal) una cabra en el horóscopo chino, tiene el escorpión por signo zodiacal en Occidente (acaba de cumplir años). Bueno, pues le pasa lo de aquél del cuento que se subió a una rana para vadear un río y le picó a mitad del trayecto. Por supuesto, murió ahogado, como los roedores de los hermanos Grimm en el río Weser. Al batracio le confesó que no lo había podido evitar porque estaba “en su naturaleza”.
Al superjuez, como al Segismundo de Calderón, “nada le parece justo en siendo contra su gusto”. Lo mismo que el héroe de La Vida es Sueño, vive de espaldas a lo material, en una caverna que recuerda a la de La República de Platón (no la de Barceló, hecha a imitación de las grutas de su tierra, la del Drach, de Artà o de l’Hams), en un mundo que se le representa como sombras danzantes. Por eso, nuestro Burlador de Jaén (Sevilla) confundió la de Franco, proyectada en la roca, con el general mismo, en carne y –sobre todo- hueso, Convidado de piedra del esperpéntico proceso. Cuando el fiscal le zarandea para despertarlo, se da de bruces con la realidad, salvándole de ser, mal que le pese, a semejanza del protagonista de otra obra atribuida a Tirso de Molina, Condenado por desconfiado. Hasta Zapatero ha hecho de Pepito Grillo, subrayando el olvido generalizado de la efeméride del Veinte-ene.
Santiago González, en el programa de Herrera en la Onda, también advirtió de imitaciones artísticas, de pulsiones quijotescas: “—Mire vuestra merced -respondió Sancho [el fiscal]- que aquellos que allí se parecen no son generalotes represores y falangistas (gigantes, vaya), sino difuntos (¿hace falta mencionar los molinos de viento?)”
A mí, este episodio de vodevil, de comedia bufa, me trasladaba a aquel precioso soneto de Quevedo, Responsabilidad penal (Amor) constante más allá de la muerte, que me hicieron aprender en BUP, cuando en el bachiller todavía se obligaba a aprender cosas de memoria:
“...Mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria [¿histórica?], en donde ardía...
… su cuerpo dejará no su cuidado;
serán ceniza mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo imputado (enamorado)”.
Aunque Garzón no duda, le resulta difícil, como a Descartes en el Discurso del Método, distinguir el sueño de la vigilia. También tiene en su nómina duendes, espíritus malignos: los del Círculo de Bellas Artes, que le empujan en una dirección cognoscitiva errónea, hacia una visión sesgada y falsa del universo. ¡Qué exaltación, la de Ian Gibson, elevando el Auto del juez a la categoría de obra de arte! Si de La Fontaine, como antes de Esopo, bebían todas las fábulas, ahora es en Almeida (la mesa, en árabe) donde los proverbios encuentran su alimento. De ahí la propuesta de anexar la Resolución a la Constitución, a modo de moraleja: “Ponga la de Garzón y tire la vieja”. (A todas estas, ¿cómo es que Cristina no se ha cambiado el nombre? También Mickey empezó siendo Mortimer hasta que se rebautizó).
Bichos que bailan al son que les tocan y caminan derechos a su perdición… desde luego que la naturaleza imita al arte con tozudez sin cuento. ¿Y cómo acabar con las ratas? Pues ni pitos ni flautas: se soplan las velas, se reparte el pastel y después de romper una piñata con caramelos, cada mochuelo a su olivo y cada rata a su agujero.
1 comentario:
Hombre! Si Ian Gibson lo dice...
Con la categoría moral que ha demostrado tambien este, en ciertas ocasiones, no me extraña que tenga a Garzón como redactor de Cabecera.
Qué país.
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