jueves, 5 de febrero de 2009

Guayomin-i trua puants

He seguido, mayormente por Internet, el pulso televisivo que han mantenido el así autollamado Gran Wyoming y un tal Xavier Horcajo, a quien no tenía el gusto. Tengo que decir –confieso que con cierto regocijo- que no coincido con ninguna de las opiniones que circulan por esos mundos virtuales. Los que hablan de falta de deontología, por endosarle el montaje a Más se perdió en Cuba, no consideran, ni por un instante, que la difusión de unas imágenes grabadas con un móvil, de manera solapada y sin consentimiento de su protagonista, es una canallada. O lo hubiera sido de no mediar el fake: para el caso, es lo mismo. Si recordamos que el vídeo se recibió como una victoria moral, se entienden las reacciones posteriores. Había en él algo de aquellos timos antiguos cuyo éxito dependía del afán de rapiña del primo y de su falta de escrúpulos para aprovecharse del prójimo. Ni creo en el valor informativo del documento ni en nada que se sitúe por encima de los derechos individuales; el interés público, al que se suele acoger el que los conculca, debe valorarse con criterios muy restrictivos. Tampoco comparto esa teoría, igualmente acuñada por los tribunales y que se podría pretender de aplicación al caso, de que quien ha vendido su intimidad, de forma continua u ocasional, pierde su derecho a preservarla para lo sucesivo y concede a los periodistas el derecho de asaltarla cuanto les venga en gana. ¿Hay acaso barra libre para violar prostitutas? Espero que no.
Esta polémica, como en muchas otras, se ventila en la delgada línea que separa el humor, la crítica ácida, la ironía saludable, de la broma pesada y zafia, del chiste cutre, fácil y de mal gusto, del odio y el insulto rastrero e inmisericorde y dónde cada cual sitúa esa frontera. A quien no le haga gracia El Intermedio, le basta con no ponerlo, no es preciso ponerlo de vuelta y media, aunque siempre es una opción. Ahora bien, si al presentador de Intereconomía no le gusta el trabajo de una locutora, ¿no es excesivo que la llame puta? A todas luces, el Sr. Horcajo se pasó. Mucho más comedido anduvo Wyoming que lo tildó de “gordito” y gracias. ¡Tan parecidos en el nombre y tan diferentes en el estilo!
No acabo de entender que la adscripción ideológica a una u otra cadena, lo simpático o lo gordo que te caiga el director de un programa, sean motivos suficientes para prestarle apoyo incondicional. Que sea de los tuyos no significa que hayas de justificar todo lo que haga. Eso es propio del hooliganismo más fanático. La capacidad de separar la faceta personal y política de la artística, y de reconocer –en su caso- el talento allá donde se encuentre, denota espíritu crítico e higiene mental.
Ya sé que me faltan elementos de juicio por no haber seguido el asunto ni en directo ni en diferido, pero, por lo visto, me parece incalificable la actitud de Más se perdió en Cuba y el vídeo un castigo (no me atrevo a decir que justo, insuficiente o riguroso) a la fijación enfermiza que, según he podido colegir, tiene su presentador con Wyoming.
Royaume Uni, trois points; United Kingdom, three points; Xavier Horcajo, cero. Patatero.

1 comentario:

Mike dijo...

Yo no he siguido mucho el asunto. Ya dije en algún sitio que no me tragué la tontería de Wyoming. Creo que la guerra entre algunos medios es, en cierto modo, un reflejo de lo que hay en el patio político.

Saludos.