miércoles, 12 de mayo de 2010

Senado de babel

Después de algunas dudas, la iniciativa con freno y marcha atrás de dotar al Senado de un servicio de traducción simultánea, para que sus señorías hablen como les pete y usen cualquiera de las lenguas que se emplean en el Estado, parece que sigue adelante. Si es lo que yo decía: no saben cómo meterle mano al déficit, cómo reducir costes, pero se las pintan solos para incrementar el gasto público con estupideces perfectamente prescindibles.
¿Y a los culiparlantes –que son mayoría-, quién les traduce? Yo, por mi parte, elevo preces al Altísimo para que, en un nuevo Pentecostés, lleve a los senadores el don de lenguas y los ilumine. O que caigan sobre ellos lenguas de fuego a ver si arden las ideas de bombero. Ese día espero que los apóstoles del antitabaquismo hagan novillos.
Conozco a un alcalde a quien fue una vecina a quejarse porque en su calle estaba estropeado el altavoz y no se oía el bando, que se emitía, como en muchos pueblos, a través de un sistema de megafonía. —No se preocupe usted, señora —le soltó cachazudo el hombre, —si no decimos más que tonterías.
Pues eso. ¿Qué más da que no se entienda? Llueve sobre mojado. Babel mojado.
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Nota bene: En notas musicales, Senado en silbo gomero. En letras árabes se transcribe –aproximadamente- “Zenau”. Cuenta Serafín Fanjul (Al Andalus contra España. La forja de un mito), con cierto cachondeo, que en los años turbulentos de la Transición apareció en las calles de Córdoba esta pintada reivindicativa de la lengua vernácula: “El arjamí a lä ehcueläh”. Suponía el catedrático de Literatura Árabe de la Autónoma que el graffiti se refería al aljamiado, idioma fabuloso (por inventado) que vendría a ser el español, en su variante dialectal andaluza, escrito con caracteres arábigos.

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