Una
entrada a casi diez euros ya es un pequeño atraco, un acto de piratería contra
el espectador. Además, visto el precio al que se venden las palomitas y que no
permiten traerlas de casa, supongo que llevarán también derechos de autor. No las
consumo y aún más: si después de pagar esa entradota te toca aguantar el hedor
a grasaza del compañero de asiento, el ruido de masticación crujiente y
deglución ansiosa de la de al lado, que no para de comer de su paquete y del de
su marido (uy, perdón) y de sorber de su pajita (uy, perdón otra vez), parece
que te están troleando. Si encima tienes que soportar quince minutos de anuncios
ya no sabes si es que se están quedando contigo. ¿Acaso en la tele de pago no se reduce
la publicidad en la misma proporción que aumenta la cuota?
Se
dice que el primer programa P2P fue el Napster y que su inventor, un joven fanático
de Metallica, se dirigió al grupo de sus amores para que todo el mundo se
beneficiase. La discográfica se fue a los tribunales y se fundió al chaval. Luego
vino toda
una colección de herramientas: Emule, Jdownloader, los Torrents, los portales de descargas (Megaupload, The
Pirate Bay) y Dotcom se hizo de oro. Había una solución económica y
efectiva contra los screeners que, por lo que se ve, a nadie le dio la gana
poner en marcha: unos láseres cruzando la pantalla y jorobando la grabación. Es
como si la industria tuviera interés en que llegaran copias ilegales al
consumidor, y no me refiero solo a las que salían con el mensaje en subtítulos
de su procedencia, para uso exclusivo de miembros de un jurado. Álex de la
Iglesia, cuando fue elegido presidente de la Academia, pareció entender que no
se podía poner puertas al campo y que era mejor buscar la convivencia y el
entendimiento, pero sus compañeros no eran de la misma opinión y no duró en el
cargo.
Ya
sé que no es lo mismo, pero algo de eso hay en la polémica del festival de
Cannes de este año y Netflix, o entre Uber y Cabify y el sector del taxi. Este mundo
ha evolucionado y, como decía Amin Maalouf, las cosas no se pueden desinventar.