Todavía
no se ha aclarado si la suspensión del servicio del AVE en Cataluña, el pasado
jueves, se debió a un sabotaje en toda regla o a un simple robo de fibra óptica,
pero a los dos días se hizo público que la policía estaba investigando las
llamadas realizadas con móvil en los alrededores de la línea. Aclararon,
además, que “era el procedimiento habitual en casos de terrorismo” y que para
ello contaba con la colaboración de las compañías operadoras de telefonía.
Hombre, nos podemos imaginar que los delincuentes avisados –que se las saben
todas- también se conocen ese sistema, sin embargo no parece lógico poner al
resto en antecedentes. Si se trata de ladrones con alto grado de
profesionalidad, es previsible que lo tuvieran en cuenta y si no, ya lo saben
para la próxima. Lo que no se me alcanza es la utilidad de la publicación para los
ciudadanos, ni cuál es la necesidad de pregonar las tácticas de investigación policial.
Si resulta extraña semejante irresponsabilidad en los medios de comunicación,
mucho más incomprensible es que los portavoces de la policía colaboren en
difundir sus métodos de trabajo.
Ya estamos acostumbrados a las encuestas inanes a los
viandantes que acompañan a una noticia en los informativos de cualquier cadena,
pero este sistema de relleno es nuevo. La cuestión, a falta de mayores
argumentos, es decir algo.
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P.D. Dicho lo anterior, el 22/10/2016, un año después de publicar esta entrada, El Confidencial explicaba el proceso que llevó a la captura de Antonio Ortiz, el pederasta de Ciudad Lineal, y revelaba cómo, al enterarse el individuo por la prensa que la policía rastreaba las señales emitidas por los geolocalizadores de los móviles, apagaba el suyo cuando iba a cometer una tropelía.
Blanco y en botella. Si es que, ni al que asó la manteca.