
Es cierto que en esos aquelarres antimonárquicos les da por quemar la foto del Rey boca abajo. Lo hacen a imagen (nunca mejor dicho) y semejanza del retrato de Felipe V que está colgado del revés en la ciudad valenciana de Xàtiva, por haber ordenado el incendio de la población. “Xàtiva la socarrada”, se le llama en recuerdo de ese episodio de la Guerra de Sucesión. Oí en la radio, unos días después, cómo otro diputado de Esquerra –no recuerdo el nombre- calificó el mitin como “misa negra”. Esas algaradas, con las teas y las piras, con las fallas en las que destruyen todo lo que aborrecen y temen, se sitúan a medio camino entre el acto de afirmación nazi y la orgía amenazadora del Ku Klux Klan. La tétrica escenografía tiene derechos de varios autores, así que se podía dar un paseo por allí Teddy Bautista, a ver qué encuentra. Lo que no pueden eludir, por irrenunciable, es la responsabilidad pedagógica que atañe a los representantes institucionales.
¿Y lo de “Borbó”? ¿Qué es eso de traducir un apellido? ¡Con el rebote que pilló Carod porque le llamaron José Luis en un programa de la tele! Todo el mundo pensó en un Borbón, en el de ahora, ¿en cuál sino? Y nos dio por pensar en él por ser reborbón, Borbón al cuadrado, o, mejor dicho, doblemente Borbón: Juan Carlos de Borbón y Borbón, de los Borbones de toda la vida. Fonéticamente recuerda al lugar de donde eran los tontos que decía Pedro Castro –que no era Getafe, precisamente- y así, el miércoles, sacaba Tomás Cuesta una columna en ABC a la que titulaba Tocada de Borbones. Pues si éramos pocos, se sumó Fraga Iribarne con su cazurrería primaria. Siempre me ha recordado a Manolito el de Quino, el tosco e inculto amigo de Mafalda. Fraga, cuando hizo famosos a sus tirantes, sentenció que la calle era suya, como hubiera dicho Manolito de la tienda de su padre. La idea era la de Luis XIV, el Rey Sol, otro Borbón: “El Estado soy yo”. La historia se repite; el culo y las témporas se vienen confundiendo desde Atapuerca. Cada uno en su estilo, comparten, Fraga y Tardà, cara de brutos. El primero en versión anciano, el otro luciendo en todo su esplendor.
¿Simples excesos verbales? El predicado de algunos sujetos pide más que una oración, requiere un rosario, una estación de penitencia completa. Lo que está claro es que de responder ante los Tribunales, nada; de esa quema sólo se salvan los nombres famosos y apellidos ilustres. A las gentes anónimas, con nombres y apellidos pero que son unos perfectos desconocidos, las dejan colgadas… estooo, que son las únicas que acaban apechugando, vaya. Que se lo pregunten a Guillermo Torres y a Manel Fontdevila. ¿Que quienes son? Los autores de la sancionada portada de El Jueves. Dirán que como siempre está en medio.
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