
No sé cuál será la excusa para algo tan infame –que me imagino girará en torno a la habilitación legal para hacer lo que han hecho- ni me importa, pero desde luego que su voracidad recaudatoria y su desahogo no conocen límites. No tienen tarifa, ni control, ni cabeza, ni corazón; sólo estómago. Por cierto, los responsables del ministerio del ramo debían tomar buena nota de lo generosos que son los Teddy’s Boys, de la calidad humana que atesoran y de su sentido común, para proscribir la posibilidad de esquilmar la bolsa de organizaciones no lucrativas, sobre todo cuando organizan actos con un fin benéfico. El producto obtenido debe ir íntegramente a ese destino, entre otras cosas porque en caso contrario se defrauda y engaña a los mismos donantes.
Eso sí, la próxima vez que aludan a que el “top manta” o la descarga de ficheros por Internet es una forma de fraude, se les podrá decir aquello de que “quien roba a un ladrón…”
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